sábado, 31 de mayo de 2008

Segunda intervención: 8 de marzo de 2007 – Día de la Mujer



En el Parque Central de Miraflores, celebrando el Día Internacional de la Mujer
Esta vez me llamaron, se enteraron de la novia que pregona en silencio que El Amor se Recicla y me llamaron para ser una de las propuestas que tomen el Parque por el 8 de marzo.
Muchas mujeres, mujeres de todas las edades, chiquititas, jóvenes, adultas, maduras, mayores, alegres, rebosantes, mostrando sus trabajos, dando a conocer sus organizaciones; algunas de cerca del Parque, otras venidas de lejos…


Me cambié en la calle

Esperaban a la novia, por la tardanza no me quedó otra que cambiarme en una cabina en pleno parque, ¡una cabina de vidrio transparente! Mientras hacía malabares para subirme el vestido y sacarme la ropa, Kristel me ayudaba para que no se me desarme el fabuloso moño rematado con escarcha en el pelo. Ya vestida, Kristel me pintó en medio de las miradas curiosas y me hizo novia al momento de ponerme el velo. Es fabuloso como una se “convierte” en novia justo en el momento preciso en que te ponen el velo. Es como si el velo tuviera el poder de transformarte, diría que más aún que el propio vestido. Seguramente las que han sido novias alguna vez pueden decir algo al respecto. Bueno, ¡Sali! Apenas di la primera bolsita todas las mujeres vinieron corriendo tras sus bolsitas. Atrás venía Igor, el amigo cómplice de esta aventura, filmando y tomando fotos y, eventual defensor ante los desbordes apasionados de algún candidato a novio.






Las mujeres me seguían, todas se divertían
Rosana me dio el alcance, me acompañó durante varios tramos, empecé a jugar más con la gente, a detenerme, mi paso se hizo más corto y lento, la mirada más decidida, las imágenes me empezaron a poblar y comencé a crear las imágenes con la novia. Mientras me seguían preguntando, ¿qué significa el amor se recicla? ¿qué quieres decir con esto? ¿tú has hecho el vestido, cómo lo has hecho?… algunas miradas quedaron….









Ella estaba feliz, ¡había cogido el bouquet!
Me dijo que estaba embarazada y que ahora sí se casaría. El momento culminante fue cuando lanzé el bouquet. Caminé decidida hasta la entrada de la puerta de la Iglesia de Miraflores, creo que muchos temieron que me atreviese a entrar, hasta yo misma pensé que lo haría… En ese momento levante la mano con el bouquet, Kristel, Rosana, Igor comenzaron a llamar a las mujeres casamenteras….y se fueron agrupando….el suspenso del bouquet, lo lanza, noooooooo, sssíii, ¡lo lanzó! Y ella vino saltando a abrazarme…

Me declaró su amor y me propuso matrimonio
Llegó un novio delirante con su ramillete de globos amarillos y, como todo un antiguo caballero, me declaró su amor de rodillas. ¡Claro que me casé con él! Nos fuimos volando con los globos amarillos. Un cortés caballero español me propuso matrimonio, viaje y estadía en Europa sin problemas, si me casaba con él y su hijo. Un caballero, más directo todavía, se acercó decidido a mi para darme un beso en la boca, si no hubiera reaccionado a tiempo, el público hubiera presenciado el beso con el novio desconocido y entradito en años…. Ese día 8 la novia se vistió de amor….


Los compinches de esta aventura, Kristel, Igor y, claro, Rosana… que acompañaron a la novia, mientras todos se preguntaban…el amor se recicla?


domingo, 25 de mayo de 2008

Primera intervención: 14 de febrero de 2007 - Centro de Lima

Posé como una novia en su día soñado

En casa aguardaban mi llegada, el vestido estaba extendido en uno de los sofás de la sala, Fátima fue la encargada de maquillarme y vestirme, Angélica de tomar las fotos, Rossio de filmarme, Pilar fue quien me condujo en un decorado “Tomate” – el nombre de su escarabajo rojo- y Rosana nos esperaría en el jirón de la Unión para acompañar y dirigir la acción de la doncella Teodora.

Antes de salir de casa, Angélica me tomó las fotos de rigor, posé como una novia en su día soñado, antes de emprender mi recorrido hasta cualquiera de mis altares.

La mano que me había tomado con firmeza, con delicadeza me dejó ir

El “tomate” se estacionó en la entrada del Jirón de la Unión, por la plaza San Martín, apenas abrí el carro la gente se abrió para verme, cuando me incorporé y respiré hondo una multitud se amontonaba a mi alrededor, solo cuando vi a Fátima y a Rosana cerca supe que todo había comenzado.

Un tipo me empezó a gritar -¡conchuda!- y a insultar y se calmo cuando le di una bolsita impresa, luego empecé a mirar y a sonreírle a las personas ofreciéndoles bolsitas, pero nadie me aceptaba, hasta que una mujer curiosa acepto y todos se abalanzaron hacia mi estirándome sus manos, suplicando por una bolsita, me empezaron a jalonear el vestido y casi me arranchan la canasta con las bolsitas. Y yo no dejaba de repartirlas diciendo: “Úsela como quiera”. La gente ni me escuchaba y menos leía lo que en la bolsa decía.

Las chicas me ayudaban cada vez que la gente se me amontonaba y abrían el paso para dejarme andar.

Casi no escuché los murmullos que se decían a mi lado, ni las frases que las personas gritaban cuando pasaba, solo captaba miradas, sentimientos, percibía sensaciones mientras mi velo de bolsa volaba al viento, y detrás mío venía un séquito en procesión, detrás de la novia reciclada, hecha de nudos y de bolsas, personas que solo la seguían.

Llevaba delante de mi una bolsita extendida donde se leía “el amor se recicla” (Rosana me indicó que la colocará a vista de todos), llevaba la frase a la altura de mi vientre y las mujeres se acercaban hasta mi ombligo para leerla, luego me pedían una bolsa y me acompañaban fieles en mi trayecto. Un grupo de niñas que venden caramelos en la calle se me acercó pidiendo bolsitas y se convirtieron en mis damas, llevaron solemnes el velo parte del camino y luego me pedían bolsas. Unos me ignoraban, otros sentían vergüenza ajena, el que menos no dejaba de ocultar su sorpresa, algunos se me acercaban y tocaban el vestido, indagando sobre su confección, también hubo los que me declararon su amor a gritos y los que especularon sobre lo que hacía.


Casi al final del jirón de la Unión el espacio delante de mi se abrió y tuve el camino libre, en ese momento me encontré frente a frente a un hombre que pedía limosna a gritos, llevando cargado en brazos a un chico de unos 15 años con parálisis cerebral –un hombre desesperado con un cuerpo agónico en brazos-. El hombre me miró a los ojos, yo lo miré y me arrimé a un lado para dejarlo pasar, fue el único instante en el que sentí que no podría más, que no soportaría seguir. Sin embargo, inmediatamente una nube de gente me rodeó pidiéndome bolsas, tuve que atenderlos sin dejar de repetir la frase: “Úsela como quiera”.

El jirón de la Unión fue un tramo desafiante, en ese espacio estrecho, tan lleno de gente que va y viene, me sentí sofocada, demandada, cuestionada y a la vez segura. Segura de lo que hacía, libre al caminar e irrumpir en el espacio, como si al exponer mi cuerpo de esa forma me convertía en una presencia que era capaz de comunicar con una intensidad y poder inusitados, como una presencia transformadora y efímera, como una mujer de las películas de Federico Fellini o de Glauber Rocha o de Luis Buñuel, como esas mujeres que transgreden solo por el hecho de estar en algún lugar, colocadas por un destino que han sabido escuchar.


Llegué a la Plaza de Armas y la recorrí con calma, mirando la pileta y a las personas, repartiéndoles bolsitas. Luego de dar dos vueltas subí al atrio de la Catedral e inicié mi recorrido nupcial por todo el atrio, dejé que todos me miraran y sin mirar a nadie. Después caminé por las gradas de la Catedral repartiendo bolsas, la mayoría no me la recibía y con temor, ni siquiera me miraban, hasta que fui encontrado soporte en algunas miradas cómplices que recibieron las bolsas y me sonrieron. Terminé con otro recorrido por el atrio y enrumbé hacia las galerías el Virrey.

En el Virrey me detuve a ver a los novios, a los maniquíes vestidos con frac, mientras las personas pasaban por mi lado, intentando no verme y, por el contrario, otros hasta pedían que no me fuera para tomarme fotos.

Camino al Parque de la Muralla se pasa por la iglesia de San Francisco, a pesar de que había poca gente, algo me dijo que entre a la iglesia. La entrada a San Francisco fue mágica, el viento hacía volar mi velo, las personas se me acercaban con cuidado y respeto y les entregaba bolsas, otros se me acercaban para tomarse fotos. En el hermoso patio de San Francisco quise correr, como una novia que al correr volará como las palomas. Allí, en el atrio de San Francisco, tiré mi bouquet de flores de colores y lo agarró un hombre. La novia había encontrado un novio, él elegido vino a tomarse una foto conmigo y me dio su brazo para luego entrelazar los dedos de su mano con los de la mía, pasándome una sensación de solemnidad y complacencia por el deseo realizado. La mano que me había tomado con firmeza, con delicadeza me dejó ir.

Me fui dejando mi velo flotar al viento, la gente me siguió aplaudiendo. Mi carroza, el “tomate” me esperaba para volver, volver a un lugar conocido pero diferente después de haberme atrevido a experimentar que puedo ser también una presencia.

Gracias a Rosana y Fátima, productora, maquilladora, consejeras, damas de compañía, cómplices, guardianas…. A Angélica, Rossio y Pilar (conductora del flamante “tomate”) por ser cómplices de esta primera aventura delirante, por decirle, gritarle cosas lindas a la novia.


Nace una propuesta, febrero 2007

Un vestido de novia de bolsas recicladas, un vestido reciclado para la novia, sentimientos que se reciclan.... y Rosana que se probaba el vestido, que lo hacía sonar, que lo hacía volar. Hasta que hace pocos días me dijo que era momento de sacarlo y fue así que nació: El amor se recicla: acción de intervención urbana y este 14 de febrero (día de los enamorados) por primera vez sale la novia en bolsa, sale a recorrer el Centro de Lima, pues el amor se recicla.

¿Cuál es el significado correcto, señorita?

Si lo que buscas es algún servicio gráfico de última hora, de cualquier tipo, dimensión y complejidad no dudes de ir a Centro Lima (frente al Centro Cívico en Lima). Solo basta recorrer los laberínticos y estrechos pasajes de los tres pisos de Centro Lima, aguantar el intenso olor a tinta y tinner, soportar el ruido de las imprentas y buscar en cuál de las cientos de pequeñas tiendas-oficina-taller podrán atender a tu pedido. En el tercer piso de Centro Lima –dedicado a la serigrafía- fue donde encontré a un amable señor que no me cobraba ni mucho ni poco por imprimir medio millar de bolsitas con la frase “el amor se recicla” y tenérmelas listas para el día siguiente, “a primera hora, señorita”.

Cuando llegué para recoger las bolsas, el señor me mostró orgulloso su limpio trabajo de impresión y me preguntó qué significa la frase “el amor se recicla”, -¿cuál es el significado correcto, señorita?-. Le dije que cada uno era libre de interpretar lo que quiera, entonces el señor me dijo que se fue a buscar en el diccionario el significado de recicla, pues todo el mundo pasaba por su tienda preguntando por las bolsas, comentando la frase, preguntándole por el significado y así las personas fueron especulando posibles respuestas: quiere decir que mi marido me deja y me cambia por otra, quiere decir que el amor se vuelve a usar o sea uno no se queda sufriendo, quiere decir que el amor se termina pero uno se puede volver a enamorar, quiere decir que el amor es como las botellas de plástico o el papel, que se vuelven a usar de otra forma… Así el señor de la serigrafía fue ensayando delante de mí sus teorías sobre el amor y yo le dejé una bolsita junto con una sonrisa cómplice antes de irme.

Por primera vez en mi vida me peinaba con un moño

Es un huequito dentro de una de las inconcebibles galerías de la Av. Abancay en pleno centro de Lima, en ese huequito ella ha puesto una peluquería – donde se ofrecen todos los servicios de belleza-. En las paredes de triplay de su huequito-peluquería, ella y su ayudante habían decorado las paredes con decenas de peinados y enredaderas de plástico. Le pedí que me hiciera un moño sencillo y me entregué a sus manos.

Creo que hace tiempo que no practicaba uno de sus peinados, pues el moño sencillo se convirtió en una interesante construcción: empezó por dividir mi cabello en varias secciones y trabajar cada una de ellas dándole forma al moño, y cada vez que me ponía un ganchito, yo sentía como lo enterraba en mi cuero cabelludo. Decidió hacerme un moño alborotado, con raya en zigzag, -moderno como se usa hoy-, pues los “rulos son anticuados”. Hasta que al fin terminó mi moño, ella quedó contenta y satisfecha y alrededor mío se habían congregado todas las comerciantes del lugar para admirar su obra en mi cabeza. Y yo no podía creer la imagen que veía en el espejo; por primera vez en mi vida me peinaba con un moño tan prolijo y deslumbrante.
























miércoles, 21 de mayo de 2008

¿Qué haces con la cantidad de bolsas que acumulas? pues tejes algo con ellas…


Son bolsas que casi no tiene ninguna utilidad

En casa se habían acumulado muchas bolsas, de esas pequeñas bolsitas, generalmente blancas o transparentes que usamos para embolsar las verduras y frutas en el supermercado que casi no sirven para nada. Pues si, son bolsas que casi no tiene ninguna utilidad, muy pequeñas para usarlas en la basura, poco resistentes para cargar y apenas pueden servir para proteger de forma provisional algún objeto. Cuando ya no teníamos donde meter las bolsitas, pensé que el destino de ellas sería botarlas o usarlas para hacer algo. Confieso que la idea de botarlas me hacia sentir ecológicamente incorrecta.

Entonces, se me ocurrió hacer algo con ellas: ¡reciclarlas!

Como soy una tejedora viciosa, pensé cortarlas y anudarlas entre sí formando un hilo resistente para tejer… ¡canastas! pues así las bolsas se utilizarían para seguir cargando cosas. Sin embargo, cuando empecé a tejer me di cuenta que podría tejer una falda y que esa falda podía ser más larga y luego convertirse en un vestido, y ¿por qué no? ¡en un vestido de novia!

Así nació la novia en bolsa, durante 6 meses (o algo más) estuve cortando, anudando, ovillando y tejiendo con una enorme aguja de crochet el vestido por las noches, aprovechando la visita de algún amigo, mientras veíamos televisión o en cualquier rato libre. A veces se juntaban muchas bolsas y organizábamos el trabajo en serie en casa, una cortaba, otro anudaba, otra ovillaba y yo tejía y tejía.

El vestido crecía y todas nos lo probábamos, no tenía idea de como iría a salir, cuando terminé la larga falda tuve noción de la dimensión del vestido de novia y cómo sería. Cuando regresé de Argentina, el vestido se había convertido en una obsesión, no existía bolsa blanca o transparente que llegaba del supermercado que no era cortada, anudada y tejida. Hoy el vestido ya está terminado, un vestido de novia hecho de bolsas.