Si lo que buscas es algún servicio gráfico de última hora, de cualquier tipo, dimensión y complejidad no dudes de ir a Centro Lima (frente al Centro Cívico en Lima). Solo basta recorrer los laberínticos y estrechos pasajes de los tres pisos de Centro Lima, aguantar el intenso olor a tinta y tinner, soportar el ruido de las imprentas y buscar en cuál de las cientos de pequeñas tiendas-oficina-taller podrán atender a tu pedido. En el tercer piso de Centro Lima –dedicado a la serigrafía- fue donde encontré a un amable señor que no me cobraba ni mucho ni poco por imprimir medio millar de bolsitas con la frase “el amor se recicla” y tenérmelas listas para el día siguiente, “a primera hora, señorita”.
Cuando llegué para recoger las bolsas, el señor me mostró orgulloso su limpio trabajo de impresión y me preguntó qué significa la frase “el amor se recicla”, -¿cuál es el significado correcto, señorita?-. Le dije que cada uno era libre de interpretar lo que quiera, entonces el señor me dijo que se fue a buscar en el diccionario el significado de recicla, pues todo el mundo pasaba por su tienda preguntando por las bolsas, comentando la frase, preguntándole por el significado y así las personas fueron especulando posibles respuestas: quiere decir que mi marido me deja y me cambia por otra, quiere decir que el amor se vuelve a usar o sea uno no se queda sufriendo, quiere decir que el amor se termina pero uno se puede volver a enamorar, quiere decir que el amor es como las botellas de plástico o el papel, que se vuelven a usar de otra forma… Así el señor de la serigrafía fue ensayando delante de mí sus teorías sobre el amor y yo le dejé una bolsita junto con una sonrisa cómplice antes de irme.
Por primera vez en mi vida me peinaba con un moño
Es un huequito dentro de una de las inconcebibles galerías de
Creo que hace tiempo que no practicaba uno de sus peinados, pues el moño sencillo se convirtió en una interesante construcción: empezó por dividir mi cabello en varias secciones y trabajar cada una de ellas dándole forma al moño, y cada vez que me ponía un ganchito, yo sentía como lo enterraba en mi cuero cabelludo. Decidió hacerme un moño alborotado, con raya en zigzag, -moderno como se usa hoy-, pues los “rulos son anticuados”. Hasta que al fin terminó mi moño, ella quedó contenta y satisfecha y alrededor mío se habían congregado todas las comerciantes del lugar para admirar su obra en mi cabeza. Y yo no podía creer la imagen que veía en el espejo; por primera vez en mi vida me peinaba con un moño tan prolijo y deslumbrante.
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