domingo, 25 de mayo de 2008

Primera intervención: 14 de febrero de 2007 - Centro de Lima

Posé como una novia en su día soñado

En casa aguardaban mi llegada, el vestido estaba extendido en uno de los sofás de la sala, Fátima fue la encargada de maquillarme y vestirme, Angélica de tomar las fotos, Rossio de filmarme, Pilar fue quien me condujo en un decorado “Tomate” – el nombre de su escarabajo rojo- y Rosana nos esperaría en el jirón de la Unión para acompañar y dirigir la acción de la doncella Teodora.

Antes de salir de casa, Angélica me tomó las fotos de rigor, posé como una novia en su día soñado, antes de emprender mi recorrido hasta cualquiera de mis altares.

La mano que me había tomado con firmeza, con delicadeza me dejó ir

El “tomate” se estacionó en la entrada del Jirón de la Unión, por la plaza San Martín, apenas abrí el carro la gente se abrió para verme, cuando me incorporé y respiré hondo una multitud se amontonaba a mi alrededor, solo cuando vi a Fátima y a Rosana cerca supe que todo había comenzado.

Un tipo me empezó a gritar -¡conchuda!- y a insultar y se calmo cuando le di una bolsita impresa, luego empecé a mirar y a sonreírle a las personas ofreciéndoles bolsitas, pero nadie me aceptaba, hasta que una mujer curiosa acepto y todos se abalanzaron hacia mi estirándome sus manos, suplicando por una bolsita, me empezaron a jalonear el vestido y casi me arranchan la canasta con las bolsitas. Y yo no dejaba de repartirlas diciendo: “Úsela como quiera”. La gente ni me escuchaba y menos leía lo que en la bolsa decía.

Las chicas me ayudaban cada vez que la gente se me amontonaba y abrían el paso para dejarme andar.

Casi no escuché los murmullos que se decían a mi lado, ni las frases que las personas gritaban cuando pasaba, solo captaba miradas, sentimientos, percibía sensaciones mientras mi velo de bolsa volaba al viento, y detrás mío venía un séquito en procesión, detrás de la novia reciclada, hecha de nudos y de bolsas, personas que solo la seguían.

Llevaba delante de mi una bolsita extendida donde se leía “el amor se recicla” (Rosana me indicó que la colocará a vista de todos), llevaba la frase a la altura de mi vientre y las mujeres se acercaban hasta mi ombligo para leerla, luego me pedían una bolsa y me acompañaban fieles en mi trayecto. Un grupo de niñas que venden caramelos en la calle se me acercó pidiendo bolsitas y se convirtieron en mis damas, llevaron solemnes el velo parte del camino y luego me pedían bolsas. Unos me ignoraban, otros sentían vergüenza ajena, el que menos no dejaba de ocultar su sorpresa, algunos se me acercaban y tocaban el vestido, indagando sobre su confección, también hubo los que me declararon su amor a gritos y los que especularon sobre lo que hacía.


Casi al final del jirón de la Unión el espacio delante de mi se abrió y tuve el camino libre, en ese momento me encontré frente a frente a un hombre que pedía limosna a gritos, llevando cargado en brazos a un chico de unos 15 años con parálisis cerebral –un hombre desesperado con un cuerpo agónico en brazos-. El hombre me miró a los ojos, yo lo miré y me arrimé a un lado para dejarlo pasar, fue el único instante en el que sentí que no podría más, que no soportaría seguir. Sin embargo, inmediatamente una nube de gente me rodeó pidiéndome bolsas, tuve que atenderlos sin dejar de repetir la frase: “Úsela como quiera”.

El jirón de la Unión fue un tramo desafiante, en ese espacio estrecho, tan lleno de gente que va y viene, me sentí sofocada, demandada, cuestionada y a la vez segura. Segura de lo que hacía, libre al caminar e irrumpir en el espacio, como si al exponer mi cuerpo de esa forma me convertía en una presencia que era capaz de comunicar con una intensidad y poder inusitados, como una presencia transformadora y efímera, como una mujer de las películas de Federico Fellini o de Glauber Rocha o de Luis Buñuel, como esas mujeres que transgreden solo por el hecho de estar en algún lugar, colocadas por un destino que han sabido escuchar.


Llegué a la Plaza de Armas y la recorrí con calma, mirando la pileta y a las personas, repartiéndoles bolsitas. Luego de dar dos vueltas subí al atrio de la Catedral e inicié mi recorrido nupcial por todo el atrio, dejé que todos me miraran y sin mirar a nadie. Después caminé por las gradas de la Catedral repartiendo bolsas, la mayoría no me la recibía y con temor, ni siquiera me miraban, hasta que fui encontrado soporte en algunas miradas cómplices que recibieron las bolsas y me sonrieron. Terminé con otro recorrido por el atrio y enrumbé hacia las galerías el Virrey.

En el Virrey me detuve a ver a los novios, a los maniquíes vestidos con frac, mientras las personas pasaban por mi lado, intentando no verme y, por el contrario, otros hasta pedían que no me fuera para tomarme fotos.

Camino al Parque de la Muralla se pasa por la iglesia de San Francisco, a pesar de que había poca gente, algo me dijo que entre a la iglesia. La entrada a San Francisco fue mágica, el viento hacía volar mi velo, las personas se me acercaban con cuidado y respeto y les entregaba bolsas, otros se me acercaban para tomarse fotos. En el hermoso patio de San Francisco quise correr, como una novia que al correr volará como las palomas. Allí, en el atrio de San Francisco, tiré mi bouquet de flores de colores y lo agarró un hombre. La novia había encontrado un novio, él elegido vino a tomarse una foto conmigo y me dio su brazo para luego entrelazar los dedos de su mano con los de la mía, pasándome una sensación de solemnidad y complacencia por el deseo realizado. La mano que me había tomado con firmeza, con delicadeza me dejó ir.

Me fui dejando mi velo flotar al viento, la gente me siguió aplaudiendo. Mi carroza, el “tomate” me esperaba para volver, volver a un lugar conocido pero diferente después de haberme atrevido a experimentar que puedo ser también una presencia.

Gracias a Rosana y Fátima, productora, maquilladora, consejeras, damas de compañía, cómplices, guardianas…. A Angélica, Rossio y Pilar (conductora del flamante “tomate”) por ser cómplices de esta primera aventura delirante, por decirle, gritarle cosas lindas a la novia.


2 comentarios:

VC Manager dijo...

estimada doncella teodora,

ver esas fotos me animan inmediatamente a mi tierra huaraz para que recorras sus calles y plazas.

te prepararé un rico papakashki que degustarás frente a nuestras majestuosas cumbres nevadas de las cuales emanan torrentes perpetuos (bueeno, ya no tanto...).

luego, con un poco de chichita en el estomago y en el alma, seguiremos nuestro recorrido. tu caminarás y yo registraré para las generaciones venideras tu recorrido.

eso si, lleva zapatos cómodos que aca las novias tienen que zapatear si o si.

Mis sinceros deseos,

El Picaflor Andino

paupau dijo...

hola!!
todo se ve muy bien por aca, la cosa es que dan ganas de mas fotos! y las de la plata!!! muchos abrazos!!!!!!